Nos ha llegado un interesante y profundo artículo de reflexión sobre las repercusiones de la destrucción del territorio a la que asistimos en tantos lugares de España y que se pueden aplicar a la pefección al proyecto urbanístico del Distrito Norte de Alcorcón. ¿Seremos capaces de parar entre tod@s esta locura? Esperemos, por la vida que así sea.
El artículo escrito por José Luis Manchón puede leerse por completo (y merece la pena) en la web http://elfarocritico.blogspot.com/2010/09/territorismo.html, pero nosotros hemos querido destacar algunos de los párrafos más significativos, perfectamente aplicables al caso de Alcorcón (en cursiva hacemos referencia a nuestro caso).
Territorismo
El “Territorismo”, es un proceso orientado a la dominación, por alienación (3) de la población, a través de la imposición material de un modelo urbanístico uniforme, con gran capacidad de aniquilación de territorio y sobredeterminación de formas de vida. Se ejerce exclusivamente desde el poder -solo los grandes capitales tienen capacidad para financiar grandes proyectos urbanísticos- y simboliza una proyección en el territorio muy determinada, de un modelo de ciudad dispersa, radicalmente alejado de cualquier vocación de satisfacción a una supuesta demanda social.
La alianza del poder privado con lo público, a través de las áreas de urbanismo institucionales, para expoliar un recurso común como es el territorio, es un acto de barbarie combinación de los intereses del mercado liberal y la democracia representativa, claro ejemplo de lo que Toni Negri ha venido a denominar “El Imperio”. En Alcorcón esta alianza se manifiesta en los convenios urbanísticos que han dado origen a la recalificación y prevista urbanización de los terrenos del norte del municipio.
El “Territorismo” es el camino hacia el subdesarrollo, de la mano del crecimiento ilimitado postulado por la sobremodernidad.
1. La destrucción del modelo de ciudad mediterránea.
La ciudad mediterránea entraría en lo que se ha venido a denominar “Conjuntos Arquitectónicos Orgánicos”. Ciudades levantadas lentamente, en muchos casos por los propios “lugareños”, integradas eficientemente en su entorno medioambiental inmediato, y adaptadas completamente a las características y necesidades de sus pobladores.
La ciudad de estilo mediterráneo está en crisis. En España, y en otras partes del mundo, las grandes fortunas quisieron explorar en la última década, las posibilidades de negocio que abría, el deseo de propiedad del proletario respecto a la vivienda. La respuesta fue generosa, y el poder económico y político se alió para contarnos, a través del lienzo en blanco del “Territorio”, una historia demasiado repetitiva de mutilación, destrucción, prepotencia, engaño y corrupción. La metástasis urbanística que estamos viviendo como parte de un proceso global de “Urbanización del mundo” ha dado lugar al encuentro físico de muchas ciudades y a la eliminación del afuera, quedando el entramado urbano como un continuo asfixiante, sin posibilidad de fuga (con el Distrito Norte Alcorcón acabaría uniéndose a todos los municipios circundantes en un continuo urbano, al quedar sin suelo no urbanizado). Nuestras ciudades, como cuerpos orgánicos, se desintegran, y sus habitantes también, al perder la identidad conformada a través de las relaciones que propiciaba este singular entramado urbanístico.
Para que un “Lugar” se convierta en mercancía, es necesario negar el valor - social, histórico, ambiental - que contiene en si mismo, desplazándolo (en el norte de Alcorcón esto es patente: los políticos hablan directamente de vacío o erial).
El Urbanista, este especialista de la sobremodernidad, representa la usurpación del derecho de un pueblo, para participar en el diseño y construcción de su ciudad y su hogar (en el norte de Alcorcón se presenta un diseño urbanístico que no ha sido consultado para nada con los vecinos de Alcorcón, que incluso lo desconocen).
Será necesario lijar la superficie, dejarla lisa e indiferente, para luego poder proyectar el modelo. Las escavadoras dejarán tras un laborioso trabajo, un “Solar”. La palabra “Solar” evoca soledad, desolación, melancolía y desconsuelo, pero sobre todo, vacío. Es la antesala a la conformación de un espacio que será ocupado por una población muy específica. Son los individuos aislados todo-modernos, condenados a vagar y no morar. Aún en el norte de Alcorcón no se han establecido estos solares, pero sí en otros territorios como el Ensanche Sur.
El vacío pide siempre ser rellenado, pero esta vez, el relleno será pura mercancía. Un “No Lugar” habitado por nómadas-sedentarios motorizados, cuya vida transcurre en un continuo desplazamiento ordenado y monótono (una vuelta por el Ensanche Sur y veréis que está programado para salir de allí y sólo dormir porque carece de un mínimo tejido comercial).
El crecimiento en extensión es sencillo, ya que se realiza a través de los lugares rurales, en un terreno que no ofrece resistencias a la configuración de cualquier tipo de diseño urbanístico. La modernización de los centros históricos a través de su demolición, sigue otra lógica, ya que es un proceso más lento (en Alcorcón, por desgracia este proceso ha sido también acelerado). Cuando “La Resistencia”, conformada por una manada de ancianos empeñados en arreglar los desconchones y regar las macetas, se rinde ante el Mobbing inmobiliario ó da con sus huesos en el nuevo cementerio, entonces el descuido y las expectativas de negocio finalmente se adueñan del lugar, y empiezan los derribos.
Los edificios nuevos, irrumpen en el centro histórico, como si fueran transplantes insensibles al “Lugar” donde se insertan (Alcorcón ha perdido su centro histórico; incluso el gobierno municipal socialista decidió derribar su histórica Casa del Pueblo y crear un insulso edificio de ladrillo, unas oficinas asépticas). La plaza pública se convierte en un parking subterráneo (¿cuántas plazas hemos visto en Alcorcón convertirse en aparcamientos a costa de su arbolado histórico?: Príncipes de España, Hispanidad, Fraguas, San Pedro Bautista,…). El rascacielos representa un proyecto de opresión psicológica de la población, a través del arrojamiento de la escala humana a la diminuta insignificancia (todavía Alcorcón no ha desarrollado auténticos rascacielos, pero las torres de Parque Oeste tienen ese fin: marcar el territorio deshumanizándole).
2. El sujeto del No-lugar: el inhabitante.
Al inhabitante es difícil ubicarle, ya que casi siempre, se encuentra en tránsito. La sobremodernidad ha convertido en nómadas a sus hijos, y ya no moran allí donde se encuentran, ya que siempre están en movimiento, desplazándose hacia otro “No Lugar”, en una nihilista búsqueda de la felicidad prometida. El modelo de vida normalizada propuesto a este sujeto, se asienta sobre tres ejes: Vivienda en zona residencial, trabajo en un parque empresarial bien comunicado por grandes vías de comunicación y ocio vinculado al consumo en el centro comercial (esta separación entre las zonas de vida se encuentra especificada en el Plan Parcial Distrito Norte, donde las grandes vías de comunicación suponen más de un 30 % de la superficie a desarrollar y donde se dividen las zonas residenciales, de las productivas y de de las de ocio, sin facilitar que la población del futuro Distrito Norte trabaje en el mismo).
3. Pérdidas comunes.
La planificación de los usos del territorio, en base a intereses que no tienen nada que ver con las formas de vida que ya se desarrollan allí, es una acto de aplastamiento de lo que hay y de sobredeterminación, de lo que venga. Una vez que la ciudad es transformada físicamente a través de una ordenación urbanística de nuevo corte, el proceso se vuelve irreversible (cuando el hormigón y el asfalto entrene en el norte de Alcorcón, ¿cómo recuperaremos el campo de Alcorcón? y ¿sí en el futuro nos damos cuenta de lo equivocado de crear una macrociudad?; la precaución y el debate sobre nuestra ciudad deberían ir por delante de los intereses especulativos). Se percibe automáticamente en el nuevo y cuadriculado espacio urbano el reflejo de la voluntad de poder de los que aspiran a imponer a toda la globalidad, un único estilo de vida (la trama urbana del Distrito Norte refleja perfectamente este hecho).
El no reconocimiento por parte de la sociedad civil, ebria de modernidad, de la enorme importancia que está teniendo la destrucción indiscriminada de nuestros “Lugares” históricos y comunes, es un hecho que pone de relieve hasta que punto el aparato propagandístico desplegado, está siendo eficaz en su objetivo de deshumanización del mundo. Deshumanización en el sentido que llamaría Kant “la insociable sociabilidad”; aquella sociabilidad de los que viven juntos, pero cada uno para si mismo (comparen la vida entre la calle Mayor y cualquier calle del Ensanche Sur y señalen las diferencias que encuentren…).
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